Te he leído largamente, Morgana, está la tarde abisal para el refugio, uno se siente pequeño ante tu voz, epílogo insurrecto que invade territorios sagrados con una temeridad inaudita, ahí estás tú reinando desde antiguo, cuánta belleza. Pues eso: perdona la osadía y qué profundidades en el buceo de tu poética.
Ah, ese abismo que reclamas, cuántos mataríamos por dártelo.
(Valentín Martín).
Temporales
haber vivido todo
no es siempre una ventaja.
este tiempo no es mío
pasa cerca de mí sin mirarme de frente
se detiene lo justo para hacerme
alguna confidencia estrafalaria
de extrañas maravillas
pero nunca termina de abrirse ante mis ojos
es un tiempo que evita mi contacto
eludiendo mi mapa de disturbios
como si fuera un hombre
temeroso
de que pise los vidrios de su mente
con estos pies desnudos de futuro
y le culpe
rabiosa
de lo que no seré nunca en la vida
porque es un tiempo azul de frágiles promesas
no acaba de entender
que sólo soy un trozo caducado
de una tarta pretérita
que no endulza la boca del presente
Adictivas.
como la boca de Cobain
el día de su muerte
con la canción agónica
de este tiempo de espantos sin futuro
me atrae el terraplén de las sagradas certezas
sin drogas de diseño
también se sueña
con una sobredosis de paz
clavada en las arterias
nunca la tentación final
tuvo el rostro tan atrayente como ahora
que me miro en tus ojos
desesperadamente
por no olvidar mi frágil circunstancia
Templarias
nunca mi vida dependió de un sueño
jamás me equivoqué de dimensión
pero cuando se mueven tus labios
puedo acabar rompiendo los espejos
por no ver el nuevo espacio
que se abre ante mis ojos
recóndito y lejano
mi condición de sombra
me dispone al olvido
pero cómo olvidar lo que se desconoce
y no será recuerdo
sigue siendo un secreto
tu manera de hablar
de la esencia de las perturbaciones
siempre hay un ángel negro ardiéndote en los labios
que vocaliza infiernos paralelos
ignotos para mí
por los que no te pierdes
qué insensata costumbre
la mía de tentarte
habitante pandórica de un caos
por el que nos movemos
intangibles
pronúnciame un abismo que quiero despeñarme
a golpe de espejismo
por esa despiadada soledad
que hace tu diferencia
y que mire la luna
insomne hipnotizada
al final es lo único
que tú y yo
tenemos en común
sobre la tierra
Invernales
He de romper el cielo.
Parar y que el invierno descargue sobre mí
su nieve esclarecida
su temblona cortina de agua dulce
su desangrado hielo.
Recuperar el vuelo que perdí
tumbada en la chaise longue del desconsuelo
al calor delirante de una vida
que otros viven por mí.
Amorosas
Y sin embargo yo, moriré hablando,
me romperé la boca con todas las palabras
que inventaste por mí,
arañaré el amor sobre otra espalda
como si fuera tuya
y signaré otra frente en tu memoria
breve y tenaz
tal como hiciste tú pese a mis ojos
tal como estás haciendo todavía
cuando resuenan todas tus tamboras.
Tu amor no me castró, me puso alas
y nada me atará pegada al barro.
No seré yo quien ponga
corazón
puertas al campo que me regalaste
con tu sensualidad de macho y vino
delicada y brutal como tu lengua.
No seré yo quien viva
sojuzgando metáforas de labio y entrepierna
y encerrando el coraje
en el sótano oscuro del por siempre jamás.
Aún es tiempo de
disturbios amorosos
que hagan saltar delfines en el aire.
Tiempo habrá de callar cara a la tierra
velándonos el sueño
cuando llegue.
Gloriosas
I
Si tú viniste a mí, de qué te quejas.
Si me buscaste lejos del incienso
con que te obsequia el mundo. Si indefenso
pretendes que te asombre tras las rejas
que protejen mi enigma. Si complejas
tus razones me enfrentan si te pienso
comiendo de mi mano en el intenso
momento de prender las candilejas
que alumbren el vacío de tu fama.
Si sabes que mi sangre se derrama
por un credo que nunca será el tuyo.
De qué te quejas, dí. Sigue callado
que tendrás la respuesta del ahorcado
en mi soga de viento, por orgullo.
II
A cuántos como tú habré de rematar
a pesar del cansancio que me muerde
los talones descalzos.
Cuántos vendrán con tu estulta soberbia
de libre dentellada, a maliciar susurros
que acabarán en llanto fervoroso.
Cómo saber qué esconde la cabeza
de quien se entrega manso en un poema,
desnudo en la pasión de la palabra
- si en cuestión de segundos,
se viste de estridencia y te despierta
y te escupe en el rostro, violento,
las siete claves de sus amarguras.
No sé como tejer tantas mortajas
para hombres verdugos de sí mismos
que no serán futuro.
Mírate bien,
estéril vas cerrando
tus tardías ventanas,
una a una.
Triangulares
La sombra de mi sombra se yergue altiva
centinela en la tierra de los disturbios,
me zarandea el alma para que viva
y suelte mi jauría por los suburbios.
Terca sombra de sombra, me quiere ilesa,
alta como veleta de campanario,
y en su libre albedrío se mete presa
en la jaula que habita mi enigmatario.
Amante del amante de mi memoria
la sombra de mi sombra lleva en el pecho
un Ángel tatuado sobre su historia,
Daemon en la mía siempre al acecho.
El amor de mi amante llora conmigo
como lloran dos piedras sus soledades.
Èl me guarda la espalda del enemigo.
Yo le guardo el secreto de sus verdades.
Íntimas
I
Yo no creo fantasmas con palabras
ni pájaros que huyen deliberadamente.
Las voces de mi estrépito estallan por su cuenta,
una vez que implosionan sus espectros endógenos
y cada uno encierra
el rostro de un cadáver sin memoria.
Lo digo, convencida
del caos, del pandemonium:
soy una siendo todas,
soy Legión,
con vocación de santa repartida,
abierta y circular cuando me exilio
a la orilla de aquello que se ignora
- que todo el mundo ignora -
hasta que yo lo rozo con mi mano.
Soy la terca ambición de lo distinto,
y la obsesión de agua derramada
sobre una sed perpetua
y llegaré al final, sin una duda,
habiendo escrito sólo
(¡Oh enorme carcajada de la vida
con la que me descifro!)
un único y tristísimo poema.
II
cuando no sea yo
pensaré más en mí
me detendré en mis huellas
por si acaso
recordar el camino me sirviera
para resucitar al unicornio
que se quedó trotando
renqueante
ajeno a mi carrera
porque el cuerno pesaba demasiado
como a los "pajarós" Isabelinos
la tilde despistada
cuando no sea yo
quizás le pueda hablar
a la que nunca escucha
y me muerde por dentro las raíces
compitiendo conmigo
por mis muertos
quizás entonces pueda
arrancarle los ojos
con dulce parsimonia
porque no necesite más vengarme
haciendo que se mire
cada día
el rostro en el espejo
cuando no sea yo
y sea el tiempo
Virtuales
si algo se rompe en mí
si me añico vidriosa de silencios
porque la duda repte
por las cruzadas piernas del insomnio
suplicando su dosis de amnesia compasiva
será un nuevo vacío desencajando fauces
para tragarme entera
un hueco atormentado que añadir
a mi caleidoscopio de fracasos
no hace falta empujarme para que me desborde
del vaso del deseo amotinado
(ya nací desbordada)
ni demasiadas pistas para cazar al vuelo
gavilanes sin rostro
dentro de mí se halla la respuesta
a todas las preguntas que no hice
no te culpes, por tanto, si es que me extravío
en el largo camino hasta tu boca
nadie podrá evitar que me suceda
lo que ha de suceder
al fin y al cabo soy el simulacro
que otros necesitan para saberse hombres
definitivamente
placebo literario para un cáncer
que maligniza voces bisexuales
de ambigua trascendencia
y ahora y aquí
soy el mismo soldado sin bandera
de penumbra mujer
y colmillos varones
que no encuentra trinchera para el llanto
porque no existe
ni en esta orilla blanca
ni en la negra
Dosificadas
Yo soy una de cal y otra de arena.
Intento el equilibrio, sobre una cuerda floja,
o en un alto trapecio,
ser justa por encima de mí y de lo que me gusta.
Así me va.
Me mira desde la frontera y me llama hermanita.
No se lo cree ni él
pero no importa.
Estamos condenados a entendernos.
La bondad es, a veces, una careta infalible
para no tomar partido.
Por eso triunfan los malos.
Tomo decisiones a diario
ergo
soy una mala sin máscara.
El hombre es una jauría desatada sobre el mundo.
Eres un perro más que a dentelladas
quieres frenar su avance con los mismos colmillos.
A veces, casi lo consigues.
Un predador se sacia de variadas formas.
Considérate feliz.
No nos podrán comer vivos si estamos muertos.
El pensamiento es aire.
No se come.
Amar a la misma bestia mística no tiene porqué unir
pero a ambos nos une su traición.
Nos parecemos tanto
que somos la misma lágrima
y somos un estruendo al recordarla.
Me la juego una media de tres veces al día.
Me tiro a la piscina sin mirarla.
Milagroso
te conviertes en agua. Me recibes.
Se tortura
para matar la mente inquisitiva
y sólo consigue matarme a mí
espeluznantemente vicioso.
Tiene una puerta negra.
Yo me visto de luto.
No sabe que atravieso su dintel
cuando me da la gana
morir de vida.
Yo me mojo. Me mojo. Me mojo.
Los paraguas protegen lo sucio de la piel, por eso no los uso.
Te excita mi olor
aunque no lo digas.
Se puede asesinar de muchas formas sin llegar a sangre.
Una mirada basta para matar a un hombre.
Desde mi primer crimen, allá por los catorce,
he perdido la cuenta.
Siempre te mantuve al margen recibiendo los golpes
que te correspondían.
Un hombre bueno salvado por una mala pécora.
Tu bondad es la excusa para no agradecérmelo.
Si lo pienso, vomito.
Sólamente por tí pongo la mente en blanco.
A los muertos hay que dejarlos ir.
Si te aferras a ellos no pueden elevarse.
Me enlazas la cintura como un cilicio amante.
No puedo alzar el vuelo.
Si me supieras
te amnistiarías.
Qué trabajo me cuesta hablarte en el presidio.
La noche es una hembra que ejerce su poder
bajo secreto.
Una loba estratega de perfectos colmillos plateados.
Yo bostezo en su cara.
El insomnio es varón y sólamente mío.
Éramos uno y desapareció.
¿Quién va a querer enredarse con una media mujer?
Yo tampoco lo haría, forastero.
Ni siquiera en Jornadas de Piernas Abiertas.
Cuánto júbilo impúdico para pasar la noche
con tu boca en mi boca.
Se han roto los candados de la amnesia.
Eres un caramelo para lamer despacio
si estoy hipoglucémica.
Digo: soy asquerosamente lista.
Dice: es que tenés tetas.
Definitivamente, se muere por mi cerebro.
No puedo poetizar a costa de mi padre.
No me traumatizó
ni me hizo creer que era único en el mundo.
Mi padre era un tierno que alguna vez rozaba la inclemencia.
Por eso es que me gustan los hombres inclementes
cuando se ponen tiernos por un porfa.
No eres un narco pero te autoabasteces.
Nada es tan adictivo como el dolor en la carne.
No digas que no te drogas.
Las cuchillas no mienten.
Mis pupilas son un largo crepúsculo
sobre un inmenso mar de letras violadas.
Peces metálicos deformes
que penetran veloces hasta el alma.
Nada tortura más que la invisible guerra
que atraviesa de noche tu garganta.
Él me bautiza Halley.
Quizás tenga razón. Ahí voy, sola y alta,
tanto
que ni yo extiendo la mano por tocarme.
No somos nadie y en la cama un bulto.
Habrá que conformarse
muchos duermen en el suelo.
La gente canta en la ducha.
Contigo, bajo el agua,
siempre acabo llorando
por vasos comunicantes.
Soy lo mejor que te ha pasado.
Tras conocerme a mí te va a ser imposible
entenderte con una terrícola.
La cagaste Burt Lancaster.
Después de tí, bisexual y ciclónico,
la que fui se metamorfosea
en la que voy a ser.
No sé cómo será el nuevo monstruo
pero ya nada puede sorprenderme.
Yo no te lo pedí. Te dije no lo intentes
pero tú ya tenías decidido
que era la mejor como veneno.
Me usaste de suicidio
sin darme muerte a cambio.
Hoy aurorezco inerte de viva soledad
pero el hambre no cesa en el silencio quieto
aunque acabe con todas las ideas
y los ojos se envicien
en descifrar tu oscuro pensamiento.
Entre el después y el antes
sucede el hambre como un rito sacrílego
y es su latido un sismo que, entrañable,
desentraña el motín de la palabra
que bebes de mi boca.
Llegar hasta el dolor, herida de hambre,
echarlo a un lado, firme,
y tajearle el rostro con la lengua prestada
de la conjuradora de relámpagos
que te cubre la espalda cuando huyes.
Hacer tuyo el dolor y doblegarlo
entre las piernas del amanecer
para que hable por tí
como cualquier amante seducido.
Saciarse en el dolor.
Matar el hambre
y ofrecerte su muerte a la hora del milagro.
Felinas
alguien me roba un día de la boca el aliento
las ganas de besar
el anarquismo
de un tiempo de palabras que no admite relojes
ni ciegas brújulas
y puede convertirme en una furia hermética
me roba lo espontáneo
la oscuridad
el temple
para escribir mis propias realidades
porque nada es real si no lo escribo
y ocurre que me enfrento a quien me sobresalta
voraz abarcador de lo imposible
por si me muerde el corazón felino
y me acaba robando las pupilas
húmedas por el gozo
de hacer del senti-miento
un sensorial vaivén imaginario
rompedor de rutinas microscópicas
pero nunca es bastante cuando salto
del último tejado y toco suelo
si no me roba el alma
no me sirve
Míshicas
Un enjambre de risas de vitriolo
vaticina mi muerte des-almada
para la diversión de un tigre asténico
tan de su soledad, tan solitario
que se mira en los charcos espejeantes
por ver una mirada prendida de la suya.
No sabe que ha robado un maleficio:
acerico vudú de alfileritos negros
un pulsante latido de carne silenciosa
una tortura en clave de vocablo
un disturbio de insomnios
un esplín a prueba de lujuria
una llaga de vidrio
un cadalso.
Un tigre ronronea displicente
llevándose mi espíritu
y mastica victoria con dientes de vigilia
sin medir consecuencias
ni atenerse a los códigos felinos
con las garras deicidas
listas para el zarpazo iconoclasta
que llegará hasta el blanco de mis huesos
cargado de ironía
y ha de volverme cruel para los ojos.
No sabe que una gata malherida
es la perpetua novia del escándalo
y la mejor amante del peligro.
No sabe, pero sirve.
Personales
Yo escribo lo que soy y soy tal como escribo.
Creo mi realidad letra por letra
si disecciono sueños
y los convierto en carne
mientras bailo con lobos de todos los pelajes.
Creo neologismos para hombres distintos
y hasta creo a los únicos que hablarán en mi idioma
-los iguales a mí
carentes de rodillas
que no bajan la vista ante otros ojos-
porque jamás persigo identidades
ni me importa el tamaño de la jaula
que habita cada uno.
Soy lo que quiero ser:
una gata de sombra dueña de altivas tapias.
que duerme sobre el nicho
de tu seguridad
porque tú sólo existes en Magicia
-mono chino o tigre bengalí-
como un hosco animal de mente desolada.
Un predador ahíto, vomita lo cazado
con la tanga incluída,
y el otro juguetea con la caza
mientras ayuna.
(Su selectivo estómago
no admite sabandijas).
Al fín y al cabo, en todos los sentidos,
(puta literatura)
ocurre el ansia
como la sed y el hambre
que en todo su desgarro mueve el mundo.
Soy una hambrienta oscura,
impenitente
moviendo claridades de futuro.
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