No te confundas, dice la alegría,
que ni siquiera estoy pasando por aquí.
Prefiero revolcarme en el colchón
de algún desesperado por tenerme.
Tú sigues con tu propio torbellino,
tan resignada al estro de tu esplín
que ya no profetizas carcajadas
aunque sigas riendo con la boca torcida
cuando algún desquiciado te golpea
por puro aburrimiento.
De dónde emanarán las ráfagas de música
que escuchas mentalmente,
si ya te claudicó la última esperanza,
pisoteada como el trémulo cigarrillo
que te fumaste absorta
apoyada en el quicio de la noche,
y has dejado
de dibujar caminos con los versos
en el cuerpo dorado de alguna ausencia amada.
Agosto ya está aquí y tú,
con el agua hasta el cuello
intentando nadar en las promesas rotas
de los amores muertos o fugados.
No te confundas, dice.
Yo también muevo el culo por dinero
y tú, querida, estás a punto de desahucio.
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