Acabo de parir una inclemencia,
un alacrán amnésico y alado,
el potro de tortura de un despecho esquizoide,
y el aire alrededor huele a emboscada.
Tiene tus labios tensos como látigos,
tus manos transeúntes, tu mirada
de Sahara caliente
y hasta tu risa, tiene, de oscuro cascabel.
Acabo de parir todo el silencio
que cabe en la mordaza del instinto.
Sé que te encantaría
pero no,
no voy a darte el gusto
de bautizar su herida con tu nombre.
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