Se llevaron la noche
con su incógnita de furcia arrabalera
en la esquina del verso,
mas insistes,
tú insistes
clavándote en mi boca
hasta que cruje el labio del silencio.
Qué hago aquí desempañando vidrios,
extrañando una lluvia que no cae.
Qué hago,
masturbándome con las decepciones
como si no hubiera triunfo alguno
que llevarse al placer.
Si fuera menos perceptiva,
no me daría cuenta de lo sola que estoy
pese a la devoción de las palabras
que se repiten tercas como tópicos.
Ni por un momento estuve a salvo
de esa soledad que llueve gente
cuando menos la necesitas,
y que desaparece
cuando el mundo se te pone a tiro,
y eres tú, sólo tú, quien aprieta el gatillo.
Nueva y limpia.
Nunca pensé que tanto.
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